“Hay una actualidad de 2001 que nos dice que la centralidad política no pasa por el estado”
El escritor y comunicador popular Mariano Pacheco visitó nuestra
ciudad los días 15 y 16 de octubre invitado por el blog “Amargas
Sales” y la “Central
de los Trabajadores de la Argentina Autónoma" de Viedma para
presentar su nuevo libro: “Desde abajo y a la izquierda.
Movimientos sociales, autonomía y militancias populares”,
editado por Cuarenta Ríos. En este marco, conversamos con él sobre
los puntos centrales de su propuesta, lo que dejó 2001 como tarea
militante y la necesidad de gestar un nuevo clasismo desde abajo.
Pacheco presentó su quinto libro en el aula 15 del Centro Regional
Zona Atlántica ante un importante grupo de vecinos y vecinas, además
de militancias diversas de Viedma y Patagones. Al otro día, en el
flamante local de la CTA Autónoma, dirigió un taller para
militancias políticas y sociales.
A continuación la entrevista:
Para comenzar, queríamos preguntarte por tus inicios en la
militancia más de base y después como fue transcurriendo eso hacia
una construcción más teórica, a un pensamiento más ligado a la
formación.
Mi experiencia militante puede resultar un poco rara para los
parámetros de como se entienden las militancias hoy. Para mi fue muy
común a lo que fue una experiencia generacional inscripta en la
experiencia que se desarrolló en el conurbano bonaerense,
especialmente en la zona sur, donde el elemento de formación teórica
del trabajo de base, e incluso de la organización política en
términos más clásicos, se da de manera simultanea. Mis inicios
militantes están relacionados al 20 aniversario del golpe de estado
cívico-militar, en marzo del 96, cuando comienzo a vincularme con la
militancia, en el marco de la gran movilización que hubo a plaza de
Mayo y las actividades previas y posteriores.
Me vinculo a un espacio político que era una organización militante
que venia del peronismo revolucionario, que estaba haciendo un
proceso de reflexión muy profunda porque gobernaba Carlos Menem el
país y Eduardo Duhalde la provincia de Buenos Aires. Ellos estaban
fuera del peronismo y haciendo una búsqueda por entrelazar
tradiciones con las izquierdas y con el cristianismo de liberación,
etc.
Entonces de algún modo empiezo mi militancia en un espacio
estrictamente político, no es que me voy politizando desde el Centro
de Estudiantes o una agrupación. Entro directo a una orga. Y esa
orga tiene dos elementos constituyentes de mi subjetividad diría
hoy, que son: un proceso intensivo de formación de cuadros y el
armado de una agrupación de jóvenes que empiece a activar en un
trabajo de base en el colegio secundario. Participé del rearmado de
los Centros de Estudiantes en los colegios y conformamos la
Federación de Estudiantes de Quilmes, y la Federación de
Estudiantes de la Zona Sur. Desde esos lugares no solo interveníamos
en la escuela y con la juventud, sino que empezamos a hacer un
trabajo barrial del típico que se hacia por esos años, que era
hacer apoyo escolar, actividades recreativas con infancias para luego
tener vinculo con los padres, sacamos una revista de tipo fanzine y
teníamos un programa de radio en la parroquia del curita Luis
Farinello. Así que de entrada todos estos elementos estuvieron muy
entremezclados.
Después con los años hubo un momento donde participé muy
intensamente de lo que se denominó el movimiento piquetero, una vez
que rompo con esa organización, a fines de los 90. Un trabajo de
base estrictamente territorial tuve en los años 2000, 2001, 2002 y
parte del 2003. Allí es el cambio de gobierno y el cambio de ciclo
político. Y el cambio en mi vida personal donde paso a dedicarme ya
más a estudiar, leer y escribir, hasta el 2010 que saco mi primer
libro “De Cutral-Có a Puente Pueyrredon”.

Creo que lo podemos ver en perspectiva, porque la camada que se puso
al hombro el armado del movimiento de desocupados y el dinamismo de
lo que fue ese sector autónomo del movimiento piquetero, era toda
gente muy joven y con ideas muy radicales en una coyuntura de debacle
que permitió que esas ideas tuvieran ciertos oídos. Entonces creo
que pecamos de falta de historicidad, de poder inscribirnos más
históricamente en lo que estábamos haciendo y que después pasados
los años algunas cosas quizás se podrían haber hecho de otra
manera. Algún intento menos sectario, menos reactivo en el sentido
de un denuncialismo permanente. La idea de cuestionar un
“izquierdismo radical” es que sea meramente discursivo, si
tuviera una inserción de masas quizás hacías una revolución. Se
trata de cuando la palabra no se conduce con la acción y
subestimamos también al peronismo en lo que el peronismo tiene de
experiencia popular, no el pejotismo, la burocracia sindical, etc.
Te formaste con compañeros provenientes de otra generación. En
el libro te consultan por la experiencia de las militancias de la
“década ganada” y algunas organizaciones que surgen de esa
experiencia como “La Cámpora”. ¿Que ves en esa construcción, que potencia observas y que vinculación puede
existir con esa generación?.
El dialogo intergeneracional es muy difícil. Creo que a nosotros nos
cuenta pensar, como a los setentistas les costó pensar el 2001, cual
es esa dinámica. A esa gente que empezó a militar allí le resulta
difícil también entender nuestra dinámica. El 2001 no es mero
pasado, hay practicas que conviven, se reactualizan en una serie de
practicas. Es un dialogo intergeneracional pero que está operando en
la realidad permanentemente.
Hay una izquierda que estamos tratando de gestar que sin renunciar a
su perspectiva estratégica, le preste mas atención tácticamente a
estos sectores del progresismo, las elecciones, la batalla al
interior del estado. En ellos esto estructura la militancia. Un
intento de dialogo quizás pueda ser corrernos de ese denuncialismo
de decir “el estado es una maquinaria de dominación”, “en el
peronismo no hay nada interesante” y quizás flexibilizar esos
rasgos estratégicos mas duros para tratar de ver si es posible
pensar que esta gente haga algo mas interesante en el estado, en el
peronismo, siempre sosteniendo la postura que esa no es la
centralidad de la política como dice 2001. Hay una actualidad de
2001 que nos dice que la centralidad política no pasa por el estado.
Esta democracia representativa, este estado, realmente ilusionan
poco.
En un momento hablas, al referirte a la generación de la “década
ganada”, de un re-cambio etario pero no de una generación política
militante.
La afirmación es poco amigable para establecer un dialogo con ese
sector, pero creo que sigue siendo valida. La pregunta es si hay una
emergencia generacional con la experiencia de 2008 a 2010 o es un
recambio etario de los viejos modos políticos de los años 60/70,
muy procesados en términos de la pos-dictadura, porque no se
reivindica a Montoneros sino a Cámpora, no a la guerrilla sino a la
experiencia del estado gobernado por el peronismo que vuelve. El
progresismo ha hecho ese recorte. Nosotros reivindicamos el peronismo
de las bases y la resistencia.
En "Desde abajo y a la izquierda", haces un énfasis importante, que tal vez no se ve en otras
producciones, en la “formación de cuadros militantes”. Eso
siempre nos sonaba a partido político, a una distancia entre
dirigentes y bases. La pregunta es sobre una nueva intelectualidad
vinculada a los movimientos sociales. ¿Como es posible ese dialogo?
Mi experiencia ha sido en el marco del movimiento piquetero. Hay
experiencias muy conocidas como la relación del Movimiento de
Trabajadores Desocupados -MTD- de Solano con el Colectivo
Situaciones. Teníamos diferencias con esa perspectiva, por eso
nosotros en el MTD de Almirante Brown hacíamos esa diferenciación
en los niveles de formación. Había una formación con la gente de
la asamblea, los comedores, los proyectos productivos, a través de
dispositivos de la educación popular, con cartillas informativas con
poco texto y mucha gráfica, o directamente con mateadas y rondas. Y
también teníamos una para delegados y personas que asumían otras
responsabilidades en el movimiento con una visión más de
militancia, e incluso hicimos una formación para militantes con una
vocación más revolucionaria. Yo haría esa triple distinción al
interior de una experiencia de base de un movimiento social.
Hay gente que se organiza porque ha entendido que tiene un problema y
tiene que juntarse con otra, se agrupa por una necesidad. Después
hay gente que a partir de ese proceso se empieza a politizar y toma
tareas, y hasta se asume como militante, pero no tiene en la cabeza pensar
que se puede hacer un cambio revolucionario en la sociedad
capitalista. Eso lo hacen los cuadros. Quizás habría que
re-formular la palabra, pero de la mano de querer reformularla,
surgió la idea de dejar de lado esa especificidad.
En este libro doy un paso más al pensar a la organización en una
historicidad, en un tipo de archivo de partido político de nuevo
tipo, que se entrelace con una mirada mas creativa con los nuevos
movimientos sociales. Hay mucho por investigar.
Justamente teniendo en cuenta que puede haber un cambio de
gobierno. ¿Se puede pensar en una nueva relación entre el estado y
los movimientos?.
Si claramente. La experiencia de la Confederación de Trabajadores de
la Economía Popular -CTEP- más toda esa alianza que se creó en
torno a la economía popular es muy interesante para pensar el nuevo
periodo. La gran diferencia con el periodo anterior, con la “década
ganada” (para ser condescendiente con ese proceso), es que allí
había organizaciones ligadas al estado, con recursos y con una
lógica más de tipo vertical y de obediencia al mandato del
gobierno y estaban los movimientos más de base, con dinámicas mas
horizontales, con mucha denuncia a los otros movimientos. Hoy la
mayoría de los movimientos han entrado a la experiencia del “Frente
de Todos” con lo cual van a ser gestión, pero muchos de ellos
sostienen que no hay que abandonar la calle, que no hay que confundir
el trabajo de gestión con el trabajo de base. Ahí se puede dar un
vinculo mas fructífero.
Además es importante que haya un proceso de reflexión auto-critica
de los que estuvieron en la gestión anterior del estado respecto de
esta necesidad de que la relación no sea tan lineal. Lo mejor que le
puede pasar a alguien que honestamente está intentando hacer algo
diferente en el estado es que en la calle haya un montón de gente
reclamando lo que el funcionario quiere hacer. Dejar de ver eso como
“hacerle el juego a la derecha”. Incluso teóricamente, hay gente
como Eduardo Rinesi que ha sido un intelectual kirchnerista, que
trabaja al conflicto como aquello irresoluble en la política. Yo no
creo que un sujeto social deba acompañar a un gobierno, lo que debe
hacer es marcar agenda, incluso, si se es parte del gobierno
dinamizarla.
Sobre el final del libro trabajas unas líneas y puntos para una
nueva “izquierda autónoma”. Allí aparece la cuestión del
sujeto y ese lugar lo ocupa el “precariado”. Hablas de la
capacidad de ese sujeto de "acaudillar" otras luchas. En otros viajes
tuyos, por ejemplo al norte, se incluye en el análisis al sujeto
campesino, aquí en el sur es muy fuerte la experiencia del pueblo
Mapuche. ¿Como pensás la cuestión de clase, el tema generacional y
lo cultural, en este armado?.
Me parecen dos cosas. Los puntos intentan ser unos apuntes para una
idea mas programática. En primer lugar creo que es fundamental en
esta etapa política tener unas bases mas programáticas. Necesitamos
pasar más blanco sobre negro en algunas tareas pensando en el futuro.
Después está la cuestión del sujeto y la diversidad cultural de la
Argentina. En una primera definición mas clásicamente marxista, en
un mundo estructurado por la lógica del capital, las clases
trabajadoras juegan un rol fundamental en la elaboración de una
estrategia de cambio. Dentro de eso hay que ver como incluimos este fenómeno
del precariado, no como los excluidos, los que están afuera, sino
como los que están adentro bajo una modalidad especifica. No lo
pienso tanto sociológicamente desde la mirada del trabajo precario,
sino más políticamente de ver como determinados sectores de ese
mundo se constituyen en el “precariado en acción”, mas ligados a
las dinámicas territoriales, diferentes a las lógicas sindicales,
pero que necesariamente deben confluir en una dinámica de unidad
orgánica de la clase que contenga a otros sectores. Está esa idea
de acaudillar, pensándolo en un rol de vanguardia política, pero no
de estructura social.
Esto en términos muy generales. Después Argentina es muy diversa y
cualquier estrategia de cambio social profundo debe contemplar
proyectos regionales, que en algunos lugares pueden variar, como el
tema de los pueblos originarios que cobran otra relevancia. Pero en
una mirada general, estratégica y de largo plazo, pensar la bases
materiales para edificar una sociedad pos-capitalista refiere a un
análisis que ponga la cuestión de clase en el centro de la escena.
(*) Lic en Ciencias
Políticas de la Universidad Nacional del Comahue- CURZA.
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