Una visita de la Abuela Maria

Por Patricio Lobos-. (*)  

Eran los años 2005 o 2006, no recuerdo con exactitud la fecha. Con la agrupación universitaria donde militaba organizamos junto al Consejo Asesor Indígena -CAI- la visita de referentes de la comunidad Mapuche de Colitoro (paraje ubicado a 60 kilómetros de la localidad de Jacobacci) que transitaba un proceso de recuperación territorial desde el año 2004.

Recuerdo haber viajado a Colitoro en uno de los aniversarios de la recuperación de la familia Cona-Torres, junto a otro compañero de la agrupación y militantes sociales de Viedma. Fueron un par de días de campamento en los territorios recuperados. Recuerdo también, que por aquellos años vivía la hermana de María, Isabel (Hugo Aranea me recuerda su nombre), otra referente de lucha.

Volviendo a lo narrado, ese día en el CURZA (Centro Regional Zona Atlántica-Universidad Nacional del Comahue) María llegó acompañada por Hugo, una hija y un hijo. Nosotros habíamos realizado la difusión de la actividad con comunicados, notas y cartelería. La misma se iba a realizar en el hall central del CURZA. Por aquellos tiempos habíamos entendido que era mejor ocupar esos espacios comunes antes que “enclaustrarnos” en un aula. Era una estrategia de agitación para llegar más directamente a la “Comunidad Universitaria”*.

Como en cada actividad donde disertaban docentes o compañeros, habíamos dispuesto el lugar en función de garantizar una “clase magistral”. Las sillas ordenadas hacia adelante encabezadas por una mesa para los “oradores”.

Esperábamos la llegada de los referentes. Era la primera vez que la Universidad era visitada por integrantes de una Comunidad Mapuche. Eso nos generaba ansiedad, nervios, alegría, una mezcla de sensaciones. Estábamos nosotros (el grupo militante) y una importante asistencia de público. Esto nos llamó la atención. A metros de allí, en un aula, la agrupación Franja Morada organizaba una actividad institucional, promovida por las autoridades del CURZA, que no gozaba de la misma concurrencia.

Llegó la abuela con su comitiva y la recibimos. El saludo duró unos minutos. Cuando llega la abuela a un lugar, genera la admiración y la demostración cariñosa de los asistentes que la quieren saludar, hablar un ratito con ella, etc. Apuramos ese significativo trámite, que podía quedar para el final de la actividad.

Allí sucedió un hecho que a primera vista puede ser el menor de todos. La abuela y los referentes comentaron su lucha y eso tenía ya una densidad propia. Pero lo que quiero relatar es el inicio de la charla. Y es que al ver la organización de las mesas y sillas, la abuela fue la primera en exclamar: “nosotros no nos organizamos así, sino en círculo”. Allí empezamos el operativo de ruptura de filas, un poco aturdidos por el detalle, que en realidad tenía un fuerte contenido pedagógico, porque implicaba una visión del conocimiento y el saber en relación, comunicacional, porque proponía una vinculación de ida y vuelta y político, porque desordenaba las jerarquías, las hacia trizas. Un simple hecho, una organización formal de un espacio, hablaba primero, de nuestra sesgada visión verticalista y dejaba a las claras, que es la práctica concreta la que define los hechos políticos, no las declaraciones.

El posteo de una foto de María de un amigo del face me hizo acordar la última visita de la abuela al CURZA. Año 2018, invitada por un proyecto de Extensión del que formo parte y busca revitalizar la historia, los conocimientos y la lucha del pueblo Mapuche. En la presentación de cada asistente (ese acto se llama pentukun, como esta vez me recuerda Hermelinda Tripailaf), aproveché la ocasión para saludarla y recordarle aquella visita de la que me dijo se acordaba, y por su lucidez y memoria, es imposible no creerle. Su charla fue otra vez, una “clase magistral” de entereza, lucha y amor.

Justo volvía sobre unos escritos para un curso. Releía el prefacio que escribiera Foucault para una edición del Anti Edipo de Deleuze y Guattari. “Una introducción a la vida no fascista”. Un texto breve y bello. Anti-académico, por cierto. Una frase decía: 
“No pienses que uno tiene que estar triste para ser militante, incluso si aquello contra lo que uno está luchando es abominable. Es la conexión del deseo con la realidad (y no su retirada hacia formas de representación) lo que posee fuerza revolucionaria”.
Me vino a la cabeza la lucha de María y su pueblo. Escrita en la piel, como “máquina de guerra”, como rizoma, como lineas de fuga, como "devenires” libertarios. Prendo la TV y “comunicadores” y funcionarios de más altos rangos, enseñan por cadena nacional. María nos enseñó y enseña que todo aprendizaje y todo hecho político es antes que nada, un acto de amor común y compartido.

*Escribir “comunidad universitaria” es no decir nada, más bien encubrir –como dice Silvia Rivera Cucicansqui-, con ese poder que tienen las palabras coloniales. Porque una comunidad es un tener y ser en común, en igualdad, y sabemos que la Universidad sigue siendo un sistema de castas y estamentos, donde se hace política creyendo que unos valen más que otros. La comunidad o lo común, es otra cosa, como enseñan los pueblos originarios.

Imagen: MARÍA MARGARITA Piyankuse de la Comunidad Cona-Torres/// Una mujer del Viento. Gentileza de Kiti Blumenkranc   

(*) Lic en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional del Comahue- CURZA

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