“Hay sectores con los que no hay conciliación, solo hay mediaciones para dirimir una conflictividad"
Dialogamos con Ariel Pennisi, ensayista, docente, co-director de la Red
Editorial y la revista digital Ignorantes, coproductor y conductor del
Programa "Pensando la Cosa" (Canal Abierto) sobre diversos temas de la actualidad
política. En la entrevista, abordamos el proceso abierto en Guernica y la
respuesta estatal, el acompañamiento a la lucha de los ocupantes, la Renta
Básica Universal y la presencia de un conflicto social irresoluble e
inevitable.
Para el autor y compilador del libro “Linchamientos. La policía que llevamos dentro” (2015), la pandemia adelantó una serie de conflictos que el gobierno terminó resolviendo en favor de los poderes facticos. “La derecha fue ama y señora de la pandemia”, sostuvo Pennisi.
Al mismo tiempo, el autor (junto con Adrián Cangi) de “Filosofía para perros perdidos. Variaciones sobre Max Stirner (2018) expresó: “aun dentro de la pandemia hubiera sido posible establecer parámetros de articulación del estado con sectores dinámicos de la sociedad, como movimientos sociales, redes y actores diversos”.
Queríamos empezar preguntándote por un
tema muy presente aun, que es lo que pasó en la ocupación de terrenos en
Guernica (Partido de Presidente Perón, Buenos Aires). Guernica mostró la lucha
de familias por tierra para vivir, solidaridades de organizaciones, una mirada
de base feminista, un plan urbano, todas lógicas para salir del
conflicto directo, de la violencia. Por eso quedamos atónitos con la brutal
respuesta estatal. Sabemos que han hecho un acompañamiento y una interlocución
con la toma. ¿Que fue Guernica?, ¿Qué nos dijo o nos sigue diciendo?
Nosotros creemos que Guernica es un punto
de inflexión en el proceso político abierto el 10 de diciembre del año pasado.
Hablamos de ese nosotros irrepresentable que formó parte de la impugnación al
macrismo, a ese gobierno oligárquico con retórica y aspectos concretos neoliberales, un
proyecto muy precario, con una Argentina muy angostada, comandada por el sector
financiero, energético, por los dueños de la tierra y el sector inmobiliario.
El 27 de octubre canalizó la impugnación
popular a ese proyecto de ajuste, tarifazo, persecución, asesinato de algunos
hermanos como Santiago Mandonado y Rafael Nahuel. El proceso abierto el 10 de
diciembre se consuma con la toma de la calle por parte de una base de
sustentación amplia y diversa, y con un gesto de la actual vicepresidenta
(Cristina Fernández) que para nosotros fue interesante y que consistió en
señalar al presidente que esa plaza tenía de algún modo el rol de dirimir las
relaciones de fuerza.
En parte, gracias a esas condiciones
irrepresentables, el gobierno está en el gobierno. No está solo porque lo votó
el militante peronista o kirchnerista, está en el gobierno porque hay un
porcentaje importante de su base de sustentación que tiene que ver con esta
convocatoria abierta e irrepresentable. El proceso que se abrió el 10 de
diciembre se encontró con la pandemia. Ahí tenemos una bifurcación. Pero hasta
la pandemia, hasta ese momento el gobierno no venía dando señales de
confrontación con esos sectores que impugnaron las urnas y fueron los
protagonistas de esa plaza del 10 de diciembre. Coincidimos con un compañero de
la CTA en
el directorio del Banco Nación, Claudio Lozano, cuando dice que el gobierno había
adoptado una estrategia de no confrontación con esos sectores. Pero la pandemia
forzó una confrontación, para la que el gobierno no estaba preparado.
En este sentido Guernica es un punto de
inflexión, porque la plaza del 10 de diciembre marcó la cancha y el gobierno no
respondió, la pandemia marcó la cancha y el gobierno respondió como
pudo. Pero aun dentro de la pandemia hubiera sido posible establecer parámetros
de articulación del Estado con sectores dinámicos de la sociedad, movimientos
sociales, redes, una diversidad de actores, para establecer un plan de
sostenimiento de las personas que peor la pasan o disputar agendas. Nosotros
creemos, que lamentablemente, la derecha fue ama y señora de la pandemia (usando
la palabra derecha de una manera tal vez demasiado amplia),y creemos que
Guernica fue el límite. No en detrimento de otras tomas o recuperaciones
de tierras que se plantearon a lo largo y ancho del territorio, pero fue
Guernica ese umbral porque las personas que se juntaron en ese predio, por su
modo de organización y su forma de lucha, le dieron un grado de visibilidad que
forzó a las distintas instancias del gobierno a tomar cartas en el asunto y a
la opinión pública a involucrarse.
Entonces Guernica forzó la situación a tal
punto que cualquier medida que se adoptara iba a resultar ejemplificadora. Por
lo tanto, el gobierno tenía tres modos de ejemplificar: 1) el asistencialismo
clásico que intentó y le salió parcialmente 2) tomar en cuenta el plan de
urbanización, articularse con la diversidad organizada de la toma y provocar un
plan ambicioso, o generar una relocalización muy satisfactoria 3) la represión.
El gobierno, ejemplificó con una mezcla de
asistencialismo y represión. Por eso es un punto de inflexión, justo en una
semana en la que en Página/12 se publica en el portal: “Desalojan
Guernica” y abajo “El círculo Rojo se acerca al presidente”;
seguida
de encuentros del Ministro de Economía con el FMI y AEA.
Un amigo historiador, Bruno Nápoli, con
quien hemos publicado varias cosas, trabaja una hipótesis que dice que existe
una relación, un diálogo, en la historia argentina –de Frondizi para acá– de
medidas de endeudamiento exterior o medidas ortodoxas macroeconómicas con
medidas de seguridad interior. En este caso, no podría decir que lo ocurrido en
Guernica se inscribe de manera lineal en esta hipótesis, pero sí me llama la
atención el hecho de que se toma esta medida, trasladando un problema político
de disputa por la tierra al área de seguridad en un contexto en que se pretenden dar
señales a determinados actores del poder fáctico.
Podríamos decir muchas cosas de Guernica, tanto
por lo que nos cuentan compañeras y compañeros que habitaron de punta a punta la
recuperación de tierra para vivir, como por la presencia que tuvimos también.
Conversamos con una diversidad de actores y podemos dar fe que de ningún modo
lo que se veía en Guernica se ajustaba a lo que decían los medios masivos ni
los medios que siguieron sin ningún espíritu crítico la visión del gobierno.
Puedo dar fe que ni lo que dijo el gobierno, ni lo que dijeron los medios, es
cierto. Y te comento que estamos elaborando un informe sobre Guernica junto a
las personas de la recuperación y medios populares como Anred, Antena
Negra y otros. Allí vamos a mostrar la única versión que consideraremos válida, con
testimonios, fuentes e imágenes. Estamos construyendo la mirada desde el punto
de vista de la lucha de lo que pasó en Guernica.
"Pero aun dentro de la pandemia hubiera sido posible establecer parámetros de articulación del estado con sectores dinámicos de la sociedad, movimientos sociales, redes, una diversidad de actores, para establecer un plan de sostenimiento de las personas que peor la pasan o disputar agenda".
Claro, pensaba que en estos conflictos
aparece el estado como un actor que tampoco lo puede resolver todo, que está
inmerso en correlaciones de fuerza y presiones. También hay 12 años para
analizar qué políticas públicas hizo el kirchnerismo para el acceso a la tierra
y la vivienda, la precariedad laboral que está vinculada etc. Vemos además
estos sentidos de la propiedad privada, la seguridad etc. Imaginarios que van
más allá de los votos porque dentro del propio apoyo del “Frente de
Todos” hay sectores que reclaman estas soluciones como las que vimos
en Guernica. ¿Cómo se confrontan estos sentidos comunes punitivos?.
Creo que una de las preguntas fundamentales en ese sentido es ¿qué
puede un gobierno? Tenemos que hacer una revisión de eso, porque actuamos
a veces presuponiendo una potestad del Estado que tal vez no sea tal. ¿Qué
puede un gobierno o un estado? Tal vez pueda menos o distinto que en otro tiempo.
Segundo planteo, en cuanto el Estado puede menos, se vuelve mucho más necesaria
la conformación de instancias de articulación con actores dinámicos que tengan
la posibilidad de formar parte de las cuestiones que nos importan y conciernen
a nuestras vidas. La cuestión de la tierra es algo que no tiene que decidir el
Estado solamente. Este tema interpeló al gobierno, porque este gobierno tiene
un origen electoral popular. El Frente de Todos tenía el
desafío de mostrar que era algo más que un dispositivo electoral para
evitar que los poderes fácticos, aparte del poder que ostentan, estén en el Estado.
Por ahora el Frente de Todos no es más que eso, es un dispositivo
que evita que los poderes fácticos estén de manera masiva en el Estado. Igualmente,
puedo plantear las críticas más radicales, pero sin embargo en una elección hoy
volvería a votar al Frente de Todos, eso no es lo que está en
juego. Pero
el Frente de Todos no es un punto de llegada, sino que podría ser un punto de
partida.
El problema que tenemos ahora es el de construir redes lo suficientemente
fuertes –con lo que hay, más lo que tenemos que crear e investigar– que nos
protejan de los distintos embates y nos devuelvan un grado de protagonismo en
virtud de las agendas que sostenemos con nuestros cuerpos. En este sentido la
lucha por la tierra es un tema fundamental.
¿Cómo se derrotan esos sentidos comunes
que decías, la
exaltación de la propiedad privada? Creo que a cierto nivel no hay nada ni nadie a quien
convencer. Hay sectores con los que estamos en guerra, solo que no estamos
en una situación de guerra. Hay sectores con los que no hay conciliación, solo
hay mediaciones para dirimir una conflictividad que en otra época significaría un estado de guerra. El desafío está
en que los nuestros se den cuenta de que existe una lucha por la tierra y que es necesario articular
las distintas instancias organizativas, subjetivas, incluso para financiar,
sostener y resolver un problema en un país que tiene tierra de sobra. Es un lugar común, sí. Un
país que tiene tierra y alimentos de sobra, donde tantas hermanas y hermanos se
cagan de hambre y de frío. Entonces, a un sentido común, otro sentido común. Quienes habitaron la toma en
Guernica son inteligentes, no le fueron a tomar la casa a nadie. Esos terrenos eran
de composición triple, tierra fiscal, de posesión veinteñal dudosa y propiedad
privada de una empresa desarrolladora dudosa también, o sea, no era la casa de
nadie.
Hay, claro, un análisis más profundo. Pero la propia la intendenta de Presidente Perón, Blanca Cantero, esposa de Carlos
Acuña, uno de los burócratas de la CGT, dijo “yo velo por la seguridad
de los 18 countries de Presidente Perón” y dijo que iba a poner un
fiscal de su riñón para garantizar que se desalojara a la gente. Lo único que
hizo fue explicitar un conflicto muy serio en la provincia de Buenos Aires: el
proyecto habitacional e inmobiliario es el de los barrios cerrados. Y detrás de
eso hay una forma de vida. Buena parte de los intendentes, los jueces y funcionarios,
también los comisarios, viven en barrios cerrados. Se impone un análisis marxista:
una forma de reproducirse vitalmente reproduce determinadas ideas y
subjetividades. La disputa real es barrio abierto o barrio cerrado. Porque
Guernica tenía un proyecto de barrio abierto, no un complejo habitacional “para pobres”.
"Hay sectores con los que estamos en guerra, solo que no estamos en una situación de guerra. Hay sectores con los que no hay conciliación, solo hay mediaciones para dirimir una conflictividad que en otra época significaría un estado de guerra".
A veces ni siquiera es un tema económico,
sino político, de mando político. Se ve muy claro con el “impuesto a las
grandes fortunas” que no afecta esos patrimonios ni ganancias. La discusión es
quien se subordina y quien manda en la ciudad, como se dibuja y construye.
Recuerdo una periodista decir “¿qué pasa si mañana toda la gente que necesita
sale a tomar terrenos?”. Bueno, queda claro que es un tema de mando y de
peligro de insubordinación.
Exacto, no es un tema técnico, sino político. De técnicos está lleno y de
respuestas tecnocráticas también. Lamentablemente nuestro Ministro de Economía
es un tipo técnico. Es un mal que arrastramos, la forma economicista con que miramos la
política; cuando nosotros decimos que es al revés, hay que mirar de una manera
política la economía. Vos lo decías muy bien, Guernica no era un problema
técnico, de economía, de recursos, el problema es de mando, por eso la
ejemplificación. Fijate que estamos hablando de Guernica hace un rato y todavía
no
mencionamos a Berni. Porque no hizo falta, porque es el
costado grotesco de todo esto, es el tipo que hace el video festejando la
represión en nombre de la propiedad privada… eso va a quedar para la historia, incluso
como una mancha en la trayectoria política de Kicillof, si es que no están
pensando que la próxima formula en la provincia sea Kicillof-Berni. Pero esto
no es lo importante, lo importante es que se trata de un problema de mando
político, de distribución de lo social, etc. Hay una zona de sentido y otra de
conflicto que es irreductible. Y hay que hacerse cargo de eso.
En Guernica, el gobierno no dio una solución, pretendió
hacer asistencialismo del más berreta; subsidios por unos meses, relocalizaciones
dudosas (algunos compañeros y compañeras están en granjas evangelistas, en jardines de infante
reacondicionados) otros están siendo judicializados, esto hay que denunciarlo. ¡A Vicentín no lo
judicializan!
Quería consultarte por otro tema que
tratas que es el de la “Renta Básica Universal”. Un tema que viene teniendo un
desarrollo teórico en Europa hace algunas décadas y en América Latina y
Argentina se ha empezado a hablar con mayor asiduidad en el contexto de
pandemia. Incluso, pareciera que empieza a haber cierto consenso. Recuerdo,
ahora que el Papa Francisco hablo del tema, algunas organizaciones,
universidades, Foros, el propio gobierno con Arroyo y Claudio Lozano, por
ejemplo. ¿Ves la posibilidad que se pueda profundizar en este debate, que en el
sentido más profundo, pone en tensión el concepto del trabajo y como se genera
la riqueza social?.
La Renta Básica tiene una historia local con la Central de Trabajadores
Argentinos –CTA. En Argentina este debate tiene más de 20 años. Se llamó
Ingreso Ciudadano con programa de formación, ahora con formación y apropiación
tecnológica, etc. Es decir, hay una historia local. En Europa tiene también una
historia. Hay un argumento muy trucho cuando se dice “eso es de los
europeos para los europeos”, pero ese chauvinismo que no tiene ningún
sentido.
Hay
distintas estrategias. Desde la sindicalización de lo que se conoce como Economía Popular se ha logrado el
Registro Nacional de los Trabajadores y Trabajadoras de la Economía
Popular (ReNaTEP), el salario social complementario, el potenciar, el
monotributo social, que son distintas herramientas debido a conquistas y a la
vez, a veces, formas en que el Estado logra garantizarse apoyo o contener el conflicto. Esa forma de
sindicalización tiene una eficacia y propone una relación ambivalente con el Estado, también
una forma de organización. Hay compañeras y compañeros de sectores de
la economía social, solidaria y popular que critican los modos verticalistas o
la idea de conseguir mediante la
forma “aparato” recursos del Estado. Son
discusiones importantes. En todo caso, habría que revisar si eso es así. Habría que preguntarse en
tal caso, ¿cómo es que parte
de la organización popular emergente de los 90 y 2001 a veces se parece a la
burocracia sindical? Algunos critican la idea de la Renta Básica con un argumento
chauvinista o sostienen que podría “desorganizar” lo organizado. Pero una
organización potente no depende de un subsidio o un derecho conquistado como
definitivo, cuando, al contrario, podría ampliarse. Igualmente, las
objeciones son necesarias y habría que analizarlas.
Nosotros creemos que la Renta Básica (o renta del común
incondicionada) de ninguna manera se parece a eso que planteó Milton Friedman en un momento
y la
caricatura liberal: “démosle a los
pobres un cachito de PBI y que no nos jodan más”. Eso no es renta del
común,
es pensar la renta básica desde el punto de vista del capital, es decir, falta
de imaginación política. Hay un compañero de Brasil que dice que la Renta Básica o salario
universal puede transformarse en “la
lucha de luchas”, por su capacidad de transversalización y por la
disputa con la renta general. Hay un planteo de la Renta Básica desde el
feminismo, las compañeras históricamente sostuvieron la lucha por un trabajo
social no reconocido. De hecho, las luchas feministas de los 70 son maestras de
los argumentos del operaismo italiano y otros compañeros. Estos ven que las
tareas de cuidados ya no comprenden solo a las mujeres sino al conjunto de la
sociedad a través de lo que Carlo Vercellone (recuperando a Tiziana Terranova) llama
“free digital labor” y la actividad humana genérica que produce valor y
está expuesta a distintos mecanismos de captura. Ahí se produce renta que no es
reconocida ni retribuida. Un
precariado estructural. ¿Cómo hacemos para repropiarnos de esa renta? Tenemos que
construir redes con la capacidad de conjugar la singularidad de las
experiencias, la especificidad de las organizaciones y la universalidad de
necesidades y
deseos (es decir, la capacidad de desear). Las luchas de género, el precariado, los
estudiantes, los trabajadores de las economías sociales, solidarias y populares, los y las
migrantes, etc. Todas
y todos podríamos apropiar nuestras capacidades y el valor de nuestras tramas a través de una renta básica,
el equivalente a un salario mínimo como una forma de disputar con el capital y las formas de mando de
las que hablábamos antes. Las
empresas también pueden decir, “como se paga una renta, pago menos salarios”; pero bueno
eso es una disputa política. En todo caso, ¿qué es mejor: disputar con un
salario mínimo o sin
otra cosa en las espaldas que nuestros cuerpos expuestos?
"Tenemos que construir redes que tengan la capacidad de conjugar la singularidad de las experiencias, la especificidad de las organizaciones y la universalidad de la necesidad".
Es un concepto de “clase
ampliada…”
Claro, si dijéramos “ya tenemos el salario
complementario”, sería caer en un egoísmo sectorial que no me imagino.
Es curioso que desde nuestra izquierda doctrinaria se critica a Toni Negri,
porque suponen que no reconoce la lucha de clases. Es al revés, Negri no es un
filósofo de Europa, es un gran compañero, solidario, que ha venido a América
Latina a escuchar. Siempre estuvo peleando al lado del movimiento obrero,
construyendo políticamente, creando conceptos. Peleó contra un Estado fascista, estuvo
preso, luego exiliado 14 años, para volver a la cárcel...
La pregunta es cómo la lucha de clases se extiende al conjunto de la vida y
la existencia. Donde cada vez más el trabajo se confunde con la vida misma,
porque el trabajo no está solo en la fabrica o la oficina, sino que la vida es
tomada cada vez más por formatos
de sujeción, de orden, de servidumbre voluntaria. Ahí tenemos un desafío. Por eso es
importante discutir una Renta Básica incluyendo a los compañeros y compañeras
de las economías sin patrones aparentes y otras experiencias. No sabemos cómo
hacerlo, estamos invitando.
Y esa es una lectura incorrecta, porque en
el centro del planeo de Negri está el antagonismo de clase. Recuerdo que en la
carrera de Ciencias Políticas los docentes que difundían las ideas de Laclau
(dominantes en el campo “progresista” de la Academia) nos decían que “en Negri
no hay antogonismo…”
Al contrario, en Laclau no hay
antagonismo. Es todo el tiempo la disolución del conflicto en favor de una
instancia que coordina y comanda. Lo que se llama el “realismo político”, esa
instancia que se arroga la decisión sobre lo posible. Negri es un hombre del
conflicto y el enfrentamiento.
Habría que pensar, que la propuesta de la
Renta Básica tiene que ir acompañada por formas institucionales nuevas,
vinculadas a lo común, en una distancia de lo público y lo privado. No hay
Renta Básica sin esa institucionalidad. Porque una de las objeciones, es que
con una Renta Básica el estado se pueda desentender de los servicios sociales.
Es que el Estado se desentiende de lo social también sin Renta Básica. Una
renta va a asociada a la especificidad de las agendas y luchas, entre ellas sosteniendo
la
necesidad de infraestructuras adecuadas. Se pueden pensar regímenes especiales,
transformación del sistema tributario, composiciones sociales para su ejecución
y monitoreo, antes que oponerse. Al “Cordobazo” no lo hizo el
lumpen-proletariado, lo hizo una clase trabajadora pujante, organizada y que
tenía sueldos más o menos buenos (claro, junto al estudiantado organizado y
las minorías). De ninguna manera fortalecer la situación material de las personas
significa, sin solución de continuidad, la posterior desatención estatal. Esto
es una lucha, no es una medida de gobierno.
Como decíamos, es central pensar en una nueva institucionalidad, la institución de nuevas
prácticas comunes. El Estado se va a tener que acomodar, tiene que ser parte de esa nueva institucionalidad.
El desafío es ir por más y que entremos todas y todos. No es un planteo antiestatal,
es
una apuesta superadora. Virno, antes que Negri, planteó la necesidad de una
imaginación política en la construcción de instancias de lo común no
exclusivamente estatales. En
un país como el nuestro, donde el Estado es aliado de la
moral del trabajo tanto como de la precarización, hay una pregunta que hacerse
al respecto.
Claro, Virno dice que cuando parecía que
el trabajo no existía mas en las sociedades neoliberales, resulta que ahora se
ha extendido y permea a todas las prácticas sociales.
Claro, la crisis del trabajo fordista no
derivó en menos trabajo, sino todo lo contrario, el trabajo se volvió algo más
exhaustivo, unas veces
brutal y otras sutil. Esa
actividad cuyo nombre se origina en un aparato de tortura. El tema es la actividad
humana, que tiene que resolver como reproducirse y reinventarse. Pero eso
volvamos a los problemas básicos que son los más complejos y paradojales. ¿Qué más apasionante
que eso?
(*) Lic en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional del Comahue- CURZA.
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